Dedicado expresamente a Apalput, el sabrá porqué…
Ahí están. Caminan absortos, pasan desapercibidos, empleando transporte público, viviendo con sueldos irrisibles. En cada oficina, delante de ordenadores, trabajando siempre desde las sombras. Con sus miradas líquidas e intermitentes, desfilando solitarios, paseando sus arrastradas anatomías hacía ningún lugar en particular. Jornaleros del intelecto explotados en trabajos de gran responsabilidad. El mundo es suyo, pero no lo quieren.
Están por todas partes. Esos rostros desdibujados, siempre reconocibles e impersonales, grasientos y débiles, que no expresan ninguna pulsión por superar el espíritu que les ha sido dado. Anónimos e invisibles, son un ejército sin generales compuesto por la falta de interés, arrastrando todos el mismo nivel de expresión y riesgo. Sin un ápice de vitalidad ni la fuerza necesaria para crear a partir de la nada. Son una desgracia; pero son verdad. Son jóvenes Cucarachas a favor de nada.
Se agitan en frenesí las entrañas al verlos; opera en el cuerpo un sentimiento contradictorio entre el odio visceral y la falsa compasión que esconde la admiración. El ambiente contaminado pesa en el orgullo hasta la nausea, y uno querría apretar los puños y arrugarlos hasta destruirlos. Son el tipo de ejército al que uno preferiría enfrentarse, pero no lo conseguiría jamás. Ellos jamás combatirán. Y uno no puede sino pensar que esto se nos ha ido de las manos. Lo han conseguido, cuesta verlo, pero lo han conseguido, nadie jamás se enfrentará a ellos porque todo el mundo les ha vencido. Las leyes de la existencia les dan la razón: los perdedores siempre son más que los ganadores. Son el ejército de las jóvenes Cucarachas perdedoras.
Los jóvenes perdedores de todo el mundo se alinean orgullosos de haber escogido el desaliento como forma de vida. No son precisamente caras atractivas, ni por su aspecto natural, ni por poseer la armonía que produce el fluir de la vitalidad y la vanidad. Son las caras anónimas e inmutables de la nueva masa. No recuerdan a ninguna otra multitud, pero han ganado. La búsqueda de la felicidad no será su guerra, han perdido la adolescencia en su camino hasta el dominio de la sociedad. Nunca han triunfado en el deporte, no han conquistado a las chicas, no se han rendido a los placeres del hedonismo, no han consumido, ni se han emborrachado, pero ahí están. Las jóvenes Cucarachas de la nación han sobrevivido al viejo y maltrecho siglo XX. Han superado todas los holocaustos psíquicos y físicos, han sufrido abusos, palizas, pero ahí están, las jóvenes Cucarachas perdedoras del mundo están unidas, y desfilan juntos una vez más.
Han sobrevivido a las pestes del ego, han vencido bajo su prisma de perdedor, porque son zen pero también son urbanitas. En un tiempo en que los hombres de todo el mundo se preguntan que tipo de hombre son, ellos son la nada. Desde las cloacas de la Era Digital airean sus almas. No son estúpidos, ni ampulosos, y no se dejarán manosear. Han levantado el mundo, el siglo XXI es suyo. No lo saben, suya es la última revolución, la definitiva Des-Evolución. Toda una nueva teoría de la personalidad se esconde tras su difusa condición humana. Jamás se exprimirán ni entrarán en lucha alguna. No padecerán milongas existenciales. Lo suyo no es el cuerpo a cuerpo, no saben relacionarse. Al final, uno no tiene más remedio que apreciarles. Las jóvenes Cucarachas perdedoras del mundo han ganado.
Ahí están. Caminan absortos, pasan desapercibidos, empleando transporte público, viviendo con sueldos irrisibles. En cada oficina, delante de ordenadores, trabajando siempre desde las sombras. Con sus miradas líquidas e intermitentes, desfilando solitarios, paseando sus arrastradas anatomías hacía ningún lugar en particular. Jornaleros del intelecto explotados en trabajos de gran responsabilidad. El mundo es suyo, pero no lo quieren.
Están por todas partes. Esos rostros desdibujados, siempre reconocibles e impersonales, grasientos y débiles, que no expresan ninguna pulsión por superar el espíritu que les ha sido dado. Anónimos e invisibles, son un ejército sin generales compuesto por la falta de interés, arrastrando todos el mismo nivel de expresión y riesgo. Sin un ápice de vitalidad ni la fuerza necesaria para crear a partir de la nada. Son una desgracia; pero son verdad. Son jóvenes Cucarachas a favor de nada.
Se agitan en frenesí las entrañas al verlos; opera en el cuerpo un sentimiento contradictorio entre el odio visceral y la falsa compasión que esconde la admiración. El ambiente contaminado pesa en el orgullo hasta la nausea, y uno querría apretar los puños y arrugarlos hasta destruirlos. Son el tipo de ejército al que uno preferiría enfrentarse, pero no lo conseguiría jamás. Ellos jamás combatirán. Y uno no puede sino pensar que esto se nos ha ido de las manos. Lo han conseguido, cuesta verlo, pero lo han conseguido, nadie jamás se enfrentará a ellos porque todo el mundo les ha vencido. Las leyes de la existencia les dan la razón: los perdedores siempre son más que los ganadores. Son el ejército de las jóvenes Cucarachas perdedoras.
Los jóvenes perdedores de todo el mundo se alinean orgullosos de haber escogido el desaliento como forma de vida. No son precisamente caras atractivas, ni por su aspecto natural, ni por poseer la armonía que produce el fluir de la vitalidad y la vanidad. Son las caras anónimas e inmutables de la nueva masa. No recuerdan a ninguna otra multitud, pero han ganado. La búsqueda de la felicidad no será su guerra, han perdido la adolescencia en su camino hasta el dominio de la sociedad. Nunca han triunfado en el deporte, no han conquistado a las chicas, no se han rendido a los placeres del hedonismo, no han consumido, ni se han emborrachado, pero ahí están. Las jóvenes Cucarachas de la nación han sobrevivido al viejo y maltrecho siglo XX. Han superado todas los holocaustos psíquicos y físicos, han sufrido abusos, palizas, pero ahí están, las jóvenes Cucarachas perdedoras del mundo están unidas, y desfilan juntos una vez más.
Han sobrevivido a las pestes del ego, han vencido bajo su prisma de perdedor, porque son zen pero también son urbanitas. En un tiempo en que los hombres de todo el mundo se preguntan que tipo de hombre son, ellos son la nada. Desde las cloacas de la Era Digital airean sus almas. No son estúpidos, ni ampulosos, y no se dejarán manosear. Han levantado el mundo, el siglo XXI es suyo. No lo saben, suya es la última revolución, la definitiva Des-Evolución. Toda una nueva teoría de la personalidad se esconde tras su difusa condición humana. Jamás se exprimirán ni entrarán en lucha alguna. No padecerán milongas existenciales. Lo suyo no es el cuerpo a cuerpo, no saben relacionarse. Al final, uno no tiene más remedio que apreciarles. Las jóvenes Cucarachas perdedoras del mundo han ganado.
2 comentaris:
I esclafar-les no val de res... pero em negue a creure que hagen venCut.
chapeau
paradigma
Repetisc: no sabieu el temps que portava buscant açò
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