dijous, 8 de maig del 2008

LA CLASE POLÍTICA (TOMA II)

JFK fue un gran hombre. Presidente de los Estados unidos, excelente orador, brillante (cociente intelectual superior al de Einstein) bien parecido y elegante. Fue también un vividor: tuvo un romance con Marilyn, salía de juerga con el clan de Sinatra, y tenía contactos con la Mafia que le ayudaron a conseguir la presidencia gracias a su apoyo en el área de Illinois. Pero sobre todo era un hombre tenaz. Hay una historia que queda siempre escondida tras el relumbrón que tiene toda su vida y nos dice cual era el verdadero carácter de Kennedy:

En casa de los Kennedy las esperanzas siempre se cernieron sobre los hombros del primogénito Joseph. El patriarca de la familia siempre tuvo claro quien podía ser el más destacado de sus hijos, y también quien era al que más tenía que sobreproteger, John. JFK siempre fue el niño protegido de la familia debido a que era débil y enfermizo. Desde la infancia arrastró problemas físicos que se prolongarían durante el resto de su vida: perdió su primer año en Princeton por culpa de una ictericia prolongada y luego pasó un año enfermo en Harvard, padeció además insuficiencia renal, osteoporosis y problemas lumbares que le llevaron a tomar hasta ocho medicamentos diferentes en algunos episodios de su vida. Pero lo que más le hizo padecer física y psicológicamente fueron las lesiones de espalda, que le obligaron a llevar muletas y finalmente a buscar la cirugía de fusión vertebral, de la que salió indemne a pesar de las advertencias médicas de que tenia ‘posibilidades extremadamente limitadas’ de éxito.
Años antes, concretamente en 1941, el joven JFK fue herido en su orgullo al ser rechazado por el ejército cuando se presentó como voluntario al padecer una lesión en la espalda. Se sometió a terapia, y solo dos años después volvió a intentarlo. Finalmente fue admitido en la Marina como teniente. En 1943, en plena II Guerra Mundial, JFK estaba al mando de una lancha torpedera PT-109 en las Islas Salomón. En medio de la noche, la vieja embarcación fue abatida por un destructor japonés, muriendo dos personas en el acto y quedando las restantes once al amparo de la corriente. La torpedera quedo tan maltrecha que los hombres de Kennedy decidieron nadar hasta una pequeña isla que quedaba a cinco kilómetros de allí. Había otras islas más grandes y más próximas, pero los oficiales de la marina sabían que estaban ocupadas por los japoneses, de hecho, a solo kilómetro y medio hacia el sur, vieron un campamento japonés. Patrick McMahon, un ingeniero con las piernas inválidas a causa de las quemaduras ocasionadas por la explosión, no podía nadar. JFK, a pesar del dolor en su espalda lesionada, no se lo pensó dos veces y nadó los cinco kilómetros a braza, remolcando al desvalido McMahon con un salvavidas cuya correa llevaba entre los dientes. Cinco horas necesitaron JFK y el sufrido ingeniero para llegar a la isla. Una vez en tierra, el teniente Kennedy observo que las posibilidades de ser avistados eran muy remotas. Así, y ante el escepticismo de sus hombres que decidieron no acompañarle por entender que se trataba de algo demasiado arriesgado, JFK nadó varios kilómetros a otros islotes de las cercanías durante cinco días, hasta que logró encontrar a dos pescadores que le brindaron ayuda pudiendo ser rescatados.
Después del rescate, JFK fue hospitalizado para seguir el tratamiento de una afección en su espalda recrudecida por el esfuerzo desplegado durante el incidente. Su salud empeoró y sufrió un ataque de malaria que lo obligó a ser dado de baja con honores luego de una operación quirúrgica. Fue condecorado con la medalla Corazón Púrpura y la Medalla de la Armada y del Cuerpo de Marina.

“A los pueblos que luchan por romper las cadenas de la miseria les prometemos nuestros mejores esfuerzos para ayudarlos a ayudarse a sí mismos, por el periodo que sea preciso porque es justo. Si una sociedad libre no puede ayudar a los muchos que son pobres, no podrá salvar a los pocos que son ricos…
No se llevará a cabo esta tarea en los primeros 100 días. Tampoco se llevará a cabo en los primeros 1000 días, ni en la vida de este gobierno, ni quizá en el curso de nuestra vida en este planeta. Pero empecemos.
En sus manos, compatriotas, más que en las mías, está el éxito o el fracaso definitivo de nuestro empeño. No es una llamada a empuñar las armas, aunque armas necesitamos; no es una llamada al combate, aunque combate entablaremos, sino una llamada a sobrellevar la carga de una larga lucha año tras año, “gozosos en la esperanza, pacientes en la tribulación”: una lucha contra los enemigos comunes del hombre: la tiranía, la pobreza, la enfermedad y la guerra misma… Así pues, compatriota, no preguntes lo que tu país puede hacer por ti, sino lo que puedes hacer tú por tu país. Conciudadanos del mundo: pregúntense no que pueden hacer ustedes por Estados Unidos de América, sino qué podremos hacer juntos por la libertad del hombre…
Con la conciencia tranquila como nuestra única recompensa segura, con la historia como juez supremo de nuestros actos, marchemos al frente de la patria que tanto amamos invocando su bendición y su ayuda, pero conscientes de que aquí en la tierra la obra de Dios es realmente la que nosotros mismos realicemos”.

JFK, discurso inaugural, 20 de enero de 1961.

Más frases:

“El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano"
"La grandeza de un hombre está en relación directa a la evidencia de su fuerza moral"
"La dificultad es una excusa que la historia nunca acepta"
“Ningún gobierno es mejor que los hombres que lo integran”

¿Qué quien coño mató a JFK? La cosa esta clara: un cobarde envidioso.

... des de La Ribera per al món...