dimecres, 2 de juliol del 2008

MANUAL PRÁCTICO PARA DESCUBRIR A PERFECTOS FARSANTES

Lo admito, no revelo nada. Todos los conocemos. Son fáciles de descubrir, no hace falta agudizar hasta extremos insoportables. Ocupan todos los lugares -deportes, cultura, política, cargos de empresas…etc.-, pero siempre están un peldaño por encima del que les corresponde. Son aquel primo, el hermano de un amigo, el colega de toda la vida, el compañero de trabajo u otro cualquiera. Se nutren en todos los ámbitos de la sociedad, y no entienden de edades, sexos, razas ni culturas. Son los farsantes, y todos pecan de lo mismo.

Farsantes hay de todo tipo, podríamos englobarlos en demasiadas clases: según el tipo de farsa que perpetúan, según el objetivo que les mueve... Pero todas se revelarían estúpidas, porque entraríamos en terreno enmarañado, y acabaríamos en una clasificación tan manida como carente de significado. Al final uno comprende que solo caben realmente dentro de una condición, el ser farsantes. Así, se establecen únicamente tres categorías: el aprendiz de farsante, el farsante y el perfecto farsante. Porque todo farsante se ve envuelto en una espiral de farsas alrededor de la cual gira su vida, y ello envuelve un autoaprendizaje forzoso por llegar a ser un perfecto farsante. No todos llegarán a ser perfectos farsantes, muchos quedarán por el camino. Que lo consigan dependerá de sus propias condiciones para soltar argucias y de las situaciones a las que la vida los someta. Por ello, solo trataremos el estudio del último peldaño, la culminación, el perfecto farsante.

La existencia de todo farsante esta sustentada en los incautos. Es más, el éxito total o parcial de un farsante depende de ellos (de cuantos más incautos este rodeado el farsante mejor). Un incauto es un ser que se encuentra por doquier y es fácilmente distinguible. Entre sus singularidades se encuentra el ser servicial, idealista, bien pensado, amable y sobre todo, un poco ignorante. Su vida esta casi siempre llena de felicidad, a veces sin motivo aparente. La relación del perfecto farsante con el incauto encierra un círculo vicioso, los dos dependen directamente del otro. Esto encierra una gran paradoja, el perfecto farsante no lo es por ser más visceral y minucioso que los demás perpetuadores de farsas, sino todo lo contrario, por no necesitar de grandes planes para salir victorioso de cualquier situación. Conclusión: cuando más descarado y detectable es un farsante, más efectivo. Porque aunque podrá ser detectado con mayor facilidad, su falta de vergüenza (o dignidad, decidan ustedes) les permitirá calar mejor dentro de su objetivo, los incautos, y obtener de ellos lo que quieran. Por ello, el perfecto farsante es desvergonzado, altanero, rufián, trepa y cuantos más adjetivos descalificativos se le puedan ocurrir a uno. Al incauto de libro puede parecerle maravilloso todo en cuanto rodea a un perfecto farsante, pero nada más lejos de la realidad. Su a priori mayor virtud es su más detectable defecto: no tienen personalidad. Viven en una perfecta contradicción: de tan pendientes de si mismos y sus objetivos, acaban dependiendo totalmente de los demás, los incautos. Ellos, los incautos, son los que tienen la llave del poder, aunque por desgracia no sean conscientes de ello.
... des de La Ribera per al món...